“El Santo Padre nos invita a entrar en la Cuaresma interiorizando más radicalmente lo que significa mirar a cada persona que encontramos con la mirada de Cristo y reconociendo los ojos de Cristo. Despojarse de lo superfluo, aligerarse, tomar en serio la llamada a la conversión significa, en la Iglesia de este momento histórico, expresar más claramente en nuestra vida y con nuestras relaciones ese amor que brota de la vida íntima de Dios, que une al Padre y al Hijo en el Espíritu Santo”.